Humberto Vacaflor Ganam
Ver que la gente cambia de opinión sobre el actual gobierno se ha hecho un espectáculo agobiante. Me cansé de contar a mis colegas que eran furibundos masistas y ahora son furibundos antimasistas. Les encanta ser furibundos.
Pero lo que ahora observo es que incluso economistas y expertos que suspiraban por el “modelo masista”, ahora lo critican. Algunos están lanzando advertencias angustiosas.
Quienes habían observado que todo esto era un craso error deben estar mirando con una mezcla de satisfacción y de angustia cómo los conversos les dan la razón, demasiado tarde.
“No quisiera estar en los zapatos del próximo presidente”, acaba de decir el expresidente de la CAF, Enrique García, quien aprobó cientos de millones de créditos a un gobierno que estaba recibiendo decenas de miles de millones como resultado de los altos precios de las materias primas, y los recibía sin saber leer ni escribir, literalmente.
Hay que bajar el gasto público, dicen todos los analistas. En 1985 eso se llamó “ajuste estructural” y supuso el despido de miles de mineros; ahora serán miles de masistas, incluidos los 300 que contrató la semana pasada YPFB no se sabe para qué, y están junto al centenar de rusos, que necesitan traductores, con sueldo, por supuesto.
Hay que cambiar la ley de hidrocarburos, la ley de minería, la política de asentamientos concebida para trasladar votos… Los más atrevidos dicen que se debe ajustar el tipo de cambio.
La llegada de los vientos del Lava Jato, que acusan a Evo Morales de haber recibido sobornos de la OAS, ha envalentonado a algunos expertos que tenían opiniones equidistantes.
Rolando Morales ha dicho que el déficit es “demasiado grande en el sector público y en el sector externo”. “Pero eso no es suficiente. Hay que pensar en un cambio estructural orientado a mejorar los rendimientos de la producción.”
Alberto Bonadona dijo en una columna que el desequilibrio de depósitos y cartera del sistema bancario es mucho más grave que el admitido por ASFI, porque el 2 de septiembre fue de menos (–) 60 millones de dólares. Pero defiende la “bolivianización” de depósitos y cartera que llegó con el congelamiento del tipo de cambio.
Hemos adoptado el dólar, aunque de puro nacionalistas y patriotas imprimimos nuestros propios billetes y no hacemos como los ecuatorianos, que usan los dólares, de frente. Son exigencias del nombre del plan: “bolivianización”.
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