Humberto Vacaflor Ganam
He visto a algunos presidentes partir. Casi todos ellos porque los militares lo exigían.
Vi cómo se fue Víctor Paz Estenssoro en 1964, en un avión, rumbo a Lima, traicionado por su vicepresidente, René Barrientos, y por el jefe del la célula militar el MNR, Alfredo Ovando.
En ese caso, la gente sólo había participado en unas elecciones, por supuesto fraudulentas, de un presidente que quería postularse por tercera vez, violando la constitución y los propios arreglos internos de su partido sobre la alternancia.
Vi la partida de Hugo Banzer, que en 1978 había organizado un fraude muy torpe para encumbrar a su pupilo. Alguna idea tenía de los números el dictador y cuando ocurrió que los votos contabilizados por la corte electoral obediente a la dictadura sumaban más 100% decidió anularlo todo. Un caso raro de vergüenza ante las matemáticas. Un dictador que había pisoteado todas las leyes y la moral, no pudo pisar las cifras. Se fue.
Y vi como Gonzalo Sánchez de Lozada se fue, víctima de sus enemigos y de sus propios colaboradores. Un deficiente ministro cometió el error de rescatar a unos turistas que estaban en Sorata, y llevarlos, sin custodia, a través del territorio de Achacachi. Un error imperdonable. Ningún boliviano, con un elemental conocimiento de la geografía del país, podría aprobar semejante operación, conociendo a los achacacheños. Fue el desastre. Los bloqueos de carreteras por parte de los cocaleros ilegales deseosos de sacar su producto en avionetas, sumados a los bloqueos de los aimaras que proponían destruir Bolivia y refundar el Tawantinsuyo, llevaron al gobierno de entonces a claudicar.
Los militares miraban todo esto de palco. Habían salido con la cola entre las piernas en 1984. Estaban escaldados de poder.
Y ahora, en 2019, es el caso de un presidente que ha violado la ley, la constitución, ha ignorado un referéndum, y acaba de cometer fraude, según lo dicen quienes cuentan los votos, que ha recibido el aviso de todo el país de que debe partir. Se irá a Yunguyo, como Melgarejo en 1871, a Lima, como Paz Estenssoro en 1964, a Miami, como Sánchez de Lozada en 2003, no se sabe.
Pero tiene que partir. Su destino podría ser alguna isla paradisíaca, Guantánamo o Chonchocoro, como dicen sus enemigos. Un amplio abanico de opciones para elegir.
Siglo 21bolivia.com