Humberto Vacaflor Ganam
Algún secreto tiene el Chapare para mantenerse firme a pesar del bloqueo, el último bloqueo, de los cocaleros que defienden al caudillo fugitivo.
Ellos mismos, los cocaleros, cerraron las salidas de ingreso y de salida de su región, en una especie de autoflagelación, de sacrificio, de inmolación.
Este gesto tan hermoso, lleno de heroísmo, debería tener un final, un momento en el cual todo se acaba y los héroes muestran que han entregado el alma, el espíritu, y han perecido.
Pero no pasa nada. Parece que supieran respirar bajo el agua y sobrevivir. O no necesitan oxígeno para seguir respirando.
Los mensajes que envían dicen que ellos han decidido seguir con el tormento y que no piensan dar un paso atrás.
Aquí hay alguna trampa. El oxígeno está entrando por alguna parte, porque de lo contrario tendría que darse la asfixia.
Todos los caminos han sido cerrados. No hay vía de entrada o salida que no haya sido clausurada. Las carreteras han sido cortadas con árboles gigantescos, en ambos extremos por ellos mismos.
Se supone que quienes consumían la coca producida en la zona tendrían que extrañarla. Alguien debería preguntar qué pasó con las hojas que allí se produce.
Pero nada. Ningún consumidor ha preguntado por la hoja de coca de Chapare. Es como si nunca hubiera existido. Además, ocurre que nadie ha visto salir uno solo de los “taques” de coca de la zona.
Se trata, por lo tanto, de un bloqueo severo. Será hasta reventar, hasta que alguna de las dos partes diga me rindo, no doy más.
El problema en este caso es que ninguno de los dos frentes dice que esto se acabó. Ni los productores quiere vender ni los compradores quieren comprar.
Salvo que el mercado de consumo no esté del otro lado de los bloqueos. A nadie se le había ocurrido esa idea.
Si el producto de Chapare no es la hoja de coca sino un subproducto que se obtiene de ella, con lo que la venta de la hoja no tiene nada que ver, es algo que quizá permita desentrañar este misterio.
No son importantes las carreteras bloqueadas, sino las pistas clandestinas de aterrizaje. Son ellas las que solucionan el problema.
Por el momento, la Fuerza Aérea Bolivia no bombardea las pistas clandestinas de aterrizaje. El día en que eso ocurra se habrá desentrañado el misterio del Chapare.
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