Humberto Vacaflor Ganam
La sensación de alivio que existe desde el 10 de noviembre en el país se ha fortalecido con el rotundo silencio de la agobiante propaganda que se difundía desde 2006.
Es como si se hubieran apagado unos poderosos parlantes que estaban ensordeciendo a la gente y de pronto todo hubiera sido cubierto por un silencio profundo.
Las 103 emisoras de radio “comunitarias”, que atormentaban con sus mensajes en todo el país han comenzado a entrar en silencio debido a que nadie les alimenta de mensajes de propaganda.
Y es probable que dentro de poco dejen de operar, cuando sus operadores se enteren de que sus salarios ya no son cubiertos por el Estado y que las facturas de energía eléctrica debe ser pagadas por ellos y no por Entel.
En el canal Bolivia Tv ahora hay espacios disponibles porque no debe ocuparse de transmitir los partidos de fútbol del cocalero ni sus discursos en reuniones partidarias.
Y eso deja disponible otros espacios, en un efecto dominó muy grande, porque los medios de comunicación no tienen que dedicarse a repetir, en machacones titulares, lo que dijo el cocalero en frases que debían ser corregidas para que se las entendiera. Los traductores de los discursos han quedado sin oficio.
No se repiten más las consignas elegidas por los conductores de la propaganda a través de un sistema de repiqueteo incesante y agobiante en el que debían participar los medios que recibían publicidad oficial, los paraoficiales, los alquilados, los tomados en anticrético y los que tenían infiltrados masistas. Era insufrible ese tormento.
Aparte del alivio que siente la gente por la ausencia de la propaganda, está la posibilidad de que el nuevo gobierno destine a otras cosas, más importantes, los ingentes recursos que absorbía la propaganda.
Si la propaganda usó cerca de 4.000 millones de dólares entre 2006 y 2018 y esos gastos han caído estrepitosamente, quiere decir que ahora se puede destinar ese dinero a cosas más importantes, como la salud o la educación, que habían recibido la mitad de la propaganda durante el despilfarro.
Los recursos liberados por esta abstinencia de propaganda que practica el nuevo gobierno tendrán seguramente mejores usos.
Se ha encontrado una verdadera mina de oro en el presupuesto, un bolsón de recursos que ahora están a disposición de rubros verdaderamente importantes. Quizá dentro de poco se sepa que la reducción de esos gastos innecesarios en propaganda ha ayudado a que disminuya el déficit fiscal. Porque el régimen del cocalero siguió destinando grandes sumas a la propaganda incluso cuando los recursos del país comenzaron a disminuir por la caída de las exportaciones. En esos años, todos los presupuestos se podían reducir, las gobernaciones podían perder recursos, pero lo sagrado era el dinero de la propaganda.
Surgieron grandes fortunas en este reinado de la propaganda. Y varios millonarios repentinos que resultaron dueños de medios muy caros, algunos de ellos autoexiliados en este momento.
Pero el silencio de la propaganda oficial es una bendición.
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