Humberto Vacaflor Ganam
No está muy ameno el debate que se da sobre el futuro de la economía boliviana después de que el cocalero prófugo la dejó moribunda y el virus chino la privó de la respiración boca a boca.
Hay que comenzar de cero o debajo de cero. Estamos como el 6 de agosto de 1825, aunque entonces por lo menos las exportaciones de plata seguían dando esperanzas.
¿De qué vamos a vivir? La insurrección popular de octubre-noviembre dejó muy claro que los bolivianos no quieren vivir del narcotráfico. Expulsaron al jefe del cártel.
Un amigo vallegrandino me pasó, así de soslayo, como hacen ellos, una idea que me parece oportuna: invitar a los empresarios del agro argentino a que migren hacia Bolivia en masa.
En Argentina, el peronismo los atormenta. Ahora pasó de crearles una “retención” de ingresos por exportaciones, es decir un robo, de 30%, a crear un impuesto extra a los que tienen dinero.
Dirigentes de la línea K (de killer) dicen que el agro “es la maldición de Argentina”, y quieren expulsar a los hacendados, esos que hace cien años habían convertido a los argentinos en los ciudadanos con el tercer ingreso per cápita más alto del mundo.
Los muchachos peronistas aplican con fervor el verso de la marcha peronista que les ordena a seguir “combatiendo al capital”, seguido de “Perón, Perón, qué grande sos”.
En los años setenta, cuando Argentina vivía una crisis más de todas las que comenzaron en 1945, alguien le preguntó a Borges si creía que Argentina había tocado fondo para a recuperarse. Su respuesta fue: “No, yo creo que podemos seguir hundiéndonos indefinidamente”.
El presagio se cumplió. Los peronistas han convertido a ese país en un estado inviable.
Mi amigo vallegrandino dice que los empresarios argentinos que decidieran migrar hacia Bolivia tendrían, una ventaja muy grande: aquí no hay peronismo. Y en octubre-noviembre, el país se vacunó para evitar ese tipo de epidemia.
Hay una ventaja adicional: podrían contar con dos cosechas de “soja” por año y no una sola como en Argentina.
Bolivia podría convertirse de esa manera en una potencia agrícola. Las tierras fiscales del oriente serían cedidas con gusto, y se eliminarían las políticas que alientan el asentamiento de pueblos “originarias” que solo han servido para tráfico de tierras. La FES, el instrumento de chantaje que usaron los masistas durante catorce años, sería eliminada.
Pronto, Bolivia estaría compitiendo con Brasil en la producción de soya, pero antes tendríamos que superar a Paraguay. Con la soya transgénica estaríamos en las ligas mayores.
A los argentinos que llegaran con estas condiciones les daríamos todas las seguridades de que nunca más se prohibirán exportaciones, como había hecho el cocalero para todo menos para la droga.
Bolivia habría descubierto su nueva vocación, la del siglo XXI, y podría dejar para siempre el tan desprestigiado extractivismo, con el que nació el país.
No tendríamos que hablar como argentinos pero eso sí, ya no le llamaríamos “soya” a la “soja”, ¿viste?
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