Humberto Vacaflor Ganam
Según los filólogos, en el idioma hebreo no existen los superlativos. Por eso dicen “rey de reyes”, “cantar de los cantares”, etcétera. Los árabes tampoco tienen superlativos. De ahí que Sadam Hussein hubiera hablado de “la madre de todas las batallas” antes de ser derrotado.
Como los árabes, por lo tanto, diríamos ahora que el MAS hizo tres tipos de fraude: 1) el pedestre, que fue detectado por la OEA y confirmado por la tan prestigiosa MIT, de simple tráfico de actas, 2) el de las circunscripciones discriminadas, unas devaluadas y otras sobrevaluadas, y 3) la inflación del padrón electoral en más de un millón de votantes, que es la madre de todos los fraudes.
Estoy sospechando que los masistas que implantaron este sistema de fraude en “degradé” se ríen de quienes mencionamos el fraude de las actas traficadas e incluso del fraude de las circunscripciones. Es como si dijeran: frío, frío. Ellos saben que el verdadero fraude, el infalible, la madre de todos los fraudes, es el de los votantes extras.
En 2009, el MAS decidió inflar el padrón electoral y luego organizó un censo, en 2012, para que sus datos toleraran el engaño. Como eran masistas, demoraron dos años en cocinar los datos del censo. Y eso que sus calculadoras tenían pilas.
Inflaron el padrón en 1,2 millones de votantes. Agarraron el esquema del mirista RUN y lo convirtieron en un documento equivalente al carnet de identidad, que podía ser usado para votar igual que el CI y el certificado de nacimiento o la libreta militar. Podías votar de todos modos. Para tener un nuevo CI sólo necesitabas tener dos “testigos”. Pero si eran venezolanos los “empadronadores”, no necesitabas ni siquiera estar vivo. Aceptaban votantes que llevaban finados hasta veinte años. No más. En eso era estrictos los venezolanos
Me pasaron los datos de las elecciones desde 1989 y encontré algunos detalles para el asombro. La madre de los fraudes deja huellas. Se hace escuchar, como toda madre que se respeta.
A ver. Dos datos. En las elecciones de 1989 la cantidad de votantes respecto de la población total fue de 25,8%, y ocurre que en 2019, oh milagro de la multiplicación de los votos, esa relación fue de 57%.
Entre esos dos años, esas dos elecciones, la cantidad de inscritos para votar respecto de la población pasó de 35% a 64%. Oh, milagro, oh!
El experto Juan Arteaga Alba, que me pasó estos datos, asegura que para un universo de votantes de 7 millones, como el octubre pasado, se necesitaría una población de 14 millones de habitantes, pero apenas supera los 10 millones.
Aquí hay gato encerrado. Un millón de gatos encerrados. Esos gatos son la madre de todos los fraudes.
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