Humberto Vacaflor Ganam
Desde Argentina, la empresa manejada ahora por peronistas de la línea K, dice que no podrá pagar a las proveedoras de gas porque, sencillamente, ella no puede cobrar a los consumidores debido a los problemas creados por la mala administración.
¿Qué nos van a contar a nosotros, los bolivianos, acerca de malas administraciones? Ocurre que el gas por el que los argentinos ahora no podrán pagar es lo que ha quedado del gran despilfarro del masismo.
El gas boliviano que les llega a los argentinos es un “gas rico” porque ocurre que la planta separadora Carlos Villegas instalada en la frontera, con un costo de 700 millones de dólares, no puede funcionar y de esa manera pasa por el tubo el gas como lo parió la tierra, completo.
Tendrían que pagar los argentinos más de lo que se comprometieron porque el precio fijado era para el gas puro, sin líquidos, pero si lo reciben con líquidos, tendrían que pagar más. Claro que si no pueden pagar por el gas puro será imposible que puedan pagar por los líquidos que ahora contiene.
Habrá que ponerse a llorar, como los venezolanos, que le encargaron a un gobierno de ladrones y charlatanes la conducción de la industria petrolera pero ahora se enteran de que el mayor yacimiento de petróleo del planeta, si es mal manejado, no puede garantizar la provisión normal de gasolina para el consumo interno.
De lo que se deduce que si vas a confiar a los aprendices de socialistas el manejo de una industria, es mejor que tomes previsiones a tiempo, que compres gasolina, para el caso venezolano, o gas natural, para el caso de los argentinos y bolivianos.
Quizá no haya en el mundo un caso similar al de Venezuela, pero ocurre que el gobierno responsable de esa barbaridad, de esa iniquidad, aspira a ser reelecto y ahora todo indica que lo ha de lograr.
El secreto de los venezolanos es que tienen 5 millones de empleados públicos, y ellos, con sus familias, garantizan ganar las elecciones. En Argentina, los peronistas de la línea K aumentaron las planillas de la administración pública en un millón y medio de personas, lo que permitió a la Chorra ganar elecciones.
En Bolivia, el cocalero Morales usó la misma regla y aumentó la planilla de empleados públicos en 300.000, la base del fraude electoral. Votan los empleados y sus parientes.
En Venezuela gobiernan los que fracasaron con el petróleo, en Argentina los que robaron y estafaron, mientras que en Bolivia aspiran a volver.
No es un modelo de gobierno. No es el “socialismo del siglo XXI”, es lo que el presidente de Colombia, Iván Duque, llama “la transnacional del crimen organizado”. Es la única explicación.
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