La estafa plurinacional

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Humberto Vacaflor Ganam

En 2009, unos asesores españoles trajeron la idea, o el chiste, de llamar “estado plurinacional” a Bolivia porque tiene 36 etnias en su territorio.

Para comenzar, hay un error, porque son, en realidad, 35 etnias y media las que habitan este territorio, ya que los “matacos” del Chaco viven seis meses en territorio boliviano y seis meses en territorio paraguayo, porque solo se alimentan de los peces del Pilcomayo, que en verano están aguas abajo y en invierno aguas arriba.

Los españoles no entendieron el detalle y decidieron contar a los matacos como otra etnia boliviana. Total: pueden ser 35 o 36, lo que no hace ninguna diferencia para la estafa política que estaban vendiendo.

Quinientos años antes, otros españoles habían llegado con la noticia de que todos, matacos o no matacos, que habían nacido en estas tierras, eran hijos del Dios todopoderoso y de su hijo nacido en Belén de Galilea de madre virgen.

Esta nueva versión, más inverosímil que la de entonces, les vino muy bien a unos bolivianos que habían decidido dividir el país, aunque para lograrlo tuvieron que hacer una trampa demasiado grosera: no aceptaban la creación de las autonomías, que iban a ser nueve, y decidieron crear un estado con 36 naciones. Los autonomistas eran tildados de “separatistas” porque querían dividir el país, y la solución fue crear una Bolivia con 36 “naciones”.

Han pasado once años desde aquella majadería y ahora uno de sus promotores, Jorge Silva, dice que la idea era crear “ un país que genere oportunidades para los jóvenes, para las mujeres, para la educación, para la salud, para la economía, para la política, que va a ser el principio que va a regir la gestión pública”.

Es decir que para que los jóvenes tengan oportunidades, hay que dividir el país en 36 naciones. A nadie se le había ocurrido semejante patraña, por ridícula y absurda.

Desde 2010 Bolivia es un “estado plurinacional”, aunque nadie sepa lo que eso significa. Por el contrario, ocurre que desde entonces se vive bajo el predominio de una etnia, la aimara, que tiene sus orígenes en Copiapó (ahora territorio chileno).

La formación de la “nación boliviana” fue interrumpida por este experimento extraño, que solo existe en la propaganda. Para ello adoptaron una bandera copiada del movimiento gay.

Los españoles que vendieron esta idea, y la vendieron muy cara, están ahora decididos a dividir España también y convertirla en un “estado plurinacional”. Allí se basan en la existencia de algunos dialectos, como el catalán o el valenciano, que pretenden rivalizar con el castellano.

Siglo21bolivia.com

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