Humberto Vacaflor Ganam
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha hecho una advertencia que deberían tomar en serio todos los países que conviven con organizaciones dedicadas al narcotráfico, sobre todo si están armadas.
Dijo que todo el mundo debe estar alerta ante el peligro del “terrorismo global” que ahora podría seguir los pasos del Talibán que ha tomado control de Afganistán y ha comenzado por hacer un baño de sangre.
Los guerreros de la etnia Pashto han vuelto a Afganistán después de veinte años, aprovechando el retiro de las tropas de Estados Unidos, decididos a implantar un estado islámico riguroso, comenzando por desconocer todos los derechos de las mujeres.
Pero lo que los mueve, en realidad, más que el Islam, es el interés de administrar el multimillonario negocio del opio, dado que Afganistán es el primer productor del mundo.
Las primeras acciones del Talibán, antes de tomar Cabul, la capital, estuvieron dirigidas a controlar los puestos fronterizos por donde salen las exportaciones de la droga. Se calcula que 90% de la heroína que circula en el mundo proviene del opio de Afganistán, y el resto de otros países, como México.
Pero la advertencia de Guterres se refiere a la tendencia de los grupos del narcotráfico a controlar los territorios donde operan, porque no quieren que nadie interfiera en sus actividades, y quieren acabar con las leyes que prohíben el cultivo de la materia prima y su transformación.
Lo que quieren los narcos es controlar los países. Las leyes les parecen un estorbo. Y si no los controlan por las buenas, han descubierto ahora que pueden hacerlo por las malas.
Este es el primer caso en el mundo en que una organización de narcotraficantes controla un país entero. Ahora, los cultivos de la amapola de la que se extrae el opio podrán crecer sin control, que es el ideal de los narcotraficantes de todo el mundo.
Aquellos que están detrás del narcotráfico boliviano buscaron legalizar los cocales que las leyes del país habían declarado ilegales, lo que hizo el gobierno del cocalero Morales duplicando el área autorizada para el cultivo de la coca.
El forcejeo que se da ahora en Santa Cruz entre el INRA y los cruceños aborígenes y la autoridades del departamento es una instantánea de la lucha entre las leyes que se dan las sociedades y los agentes que obedecen al narcotráfico.
Lo que les interesa a estos “empresarios” es, por lo menos, controlar los organismos que les pueden favorecer, que es el caso del INRA ahora en Bolivia.
No es el caso de Afganistán, por el momento, pero quizá cuando se den las condiciones, decidan actuar como un ejército, usando las milicias armadas que ha propuesto crear el cocalero Morales previendo que en algún momento suenen los tambores de guerra.
Hay que estar preparados.
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