Humberto Vacaflor Ganam
El 21 de agosto de 1971 Hugo Banzer derrocó a Juan José Torres e inauguró una de las últimas dictaduras militares que nos deparó la anterior guerra fría.
Una dictadura con una vocación política algo confusa pero que tuvo, respecto de los medios de comunicación, una actitud muy clara y dura.
Banzer nunca superó el dilema de si debía apoyar o no al estatismo en la economía, ni siquiera cuando en 1973 irrumpió en Chile un aliado con ideas muy claras, guiado por los “Chicago boys”.
Por esos años se aplicó el Plan Cóndor, del que no tienen ni idea los dictadores de ahora, que era una coordinación de las
dictadura de la región. El caso que recuerdo de esa época, cuando yo estaba exiliado, fue el de Abel Ayoroa Argandoña, quien fue detenido por la dictadura de Pinochet en Chile, enviado a la dictadura de Stroessner en Paraguay y luego remitido a la dictadura de Banzer en Bolivia. Estuvo en calidad de pelota de ping pong de esas dictaduras de la guerra fría. Escribí algunas crónicas sobre ese caso en Buenos Aires.
Respecto del golpe, el coronel Humberto Cayoya me contó alguna vez cómo fue el viaje de regreso de Asunción a Bolivia durante aquel mes de agosto, con Banzer en la comitiva. Cayoja era el oficial que debía encabezar el operativo militar contra Torres. Pero en el viaje, cuando hicieron una parada por problemas del vehículo que los traía, Cayoja resulto herido por una bala fortuita y fue descartado como cabecilla de la revuelta. En el momento del disparo, Banzer estaba, sospechosamente, metido debajo del vehículo. Y siguieron viaje, con Cayoja herido y con Banzer como nuevo jefe de la conspiración.
La rebelión militar fue resuelta fácilmente. Sólo el coronel Rubén Sánchez Valdivia resistió a las fuerzas del banzerismo, pero fue doblegado. Marcelo Quiroga Santa Cruz combatió en Laikakota.
Ya en el poder, Banzer aplicó la primera represión masiva contra el periodismo. Visto a la distancia de cincuenta años, hay que admitir que fue una represión hecha de frente, con periodistas detenidos o exiliados.
Dos colegas me trajeron un chantaje de la dictadura al lugar donde yo me encontraba. Si me iba de Bolivia, ocho periodistas de Presencia serían perdonados. Acepté el chantaje y me fui al exilio. El acuerdo no se cumplió de parte de la dictadura. Entonces aprendí que nunca hay que hacer tratos con los dictadores.
Ahora, la dictadura masista tiene un estilo diferente. Como periodista, ya no te exilian; te confinan. El estilo de ahora es ladino. Solapado. Es decir cobarde. Pero millonario.
La dictadura de ahora forma parte de una gran transnacional, que el presidente de Colombia, Iván Duque, llama la “transnacional del crimen organizado”, porque de ella participan Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Argentina.
El cordón umbilical que une a estos socios es la droga, como se sabe.
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