Humberto Vacaflor Ganam
Pensar que teníamos un doctor en matemáticas que, aunque tenía problemas con la regla del 3, por lo menos hablaba con énfasis, pero con excesivos dengues y merengues.
Lo hemos perdido porque ahora quiere jugar el rol de ideólogo del socialismo extremo, proponiendo arrebatarles todo a los ricos para dárselo a los pobres, excepto algunas empresas que venden automotores Toyota.
En su lugar, de segundo hombre del país, ahora tenemos a un economista que demoró once años en egresar de la facultad de economía de la UMSA, en lugar de cinco, y tiene problemas las reglas de la ética.
Sin ruborizarse repite que el boom mundial 2000-2014 de los precios de las materias primas lo provocó él, seguramente con los conocimientos que adquirió en los seis años extras en la UMSA.
Ahora está empeñado en asegurar que el efecto “rebote”, que se da en todos los países que paralizaron sus economías en 2020 y luego las liberaron, es resultado de sus políticas inteligentes.
Se la pasó todo un año hablando del supuesto “golpe” de 2019, endeudó al país para pagar bonos, redujo a 15% el presupuesto de inversiones de YPFB y a pesar de ello acaba de ofrecer la exportación de gas natural a Perú.
Ha olvidado que, en este momento, el gas que se produce no permite cubrir ni siquiera la demanda de las plantas termoeléctricas compradas muy caras en la época del despilfarro, de la que él es el principal culpable.
Ha tenido el desparpajo de informar en la reunión mundial sobre el cambio climático que su gobierno cuida a la Pachamama, cuando en realidad ha permitido que se incendien dos millones de hectáreas de bosques.
Como el doctor en matemáticas, éste tiene el problema de ser el segundo de a bordo. Es vicepresidente y todo lo que haga o diga debe ser aprobado por el “number one”.
Tiene el mismo problema que tenía el doctor en matemáticas: su jefe casi nunca está en su oficina.
Antes, el jefe estaba viajando en el exterior, visitando a sus amigos del Caribe, o dándoselas de líder mundial del “indigenismo”.
Ahora, el número uno tampoco está en su oficina. Viaja por el exterior, aunque en aviones especiales. Es que debe cuidarse de hacer escala en aeropuertos internacionales, porque podría ser capturado.
El egresado de la UMSA sólo atina a hacer paradas militares en las carreteras del país gastando la plata de los bolivianos.
Y lo hace para atemorizar a los “pititas”, que no tienen ni líderes ni jefes pero son capaces de hacer huir a los dictadores.