Humberto Vacaflor Ganam
La guerra fría dejó muchos cerebros congelados, pero el más peligroso de todos ha resultado el de Vladimir Putín, empeñado en una guerra anacrónica que pone en riesgo a todo el mundo.
No ha entendido este funcionario de la tenebrosa KGB que la URSS se disolvió sin ayuda de nadie, sólo como consecuencia del fracaso del comunismo, y no podrá resucitar, porque los países que fueron sus satélites se han independizado y han optado por la democracia.
La tercera guerra mundial no ha comenzado a pesar de todo el empeño de este desquiciado, pero la invasión del territorio ucranio, y las imágenes que asombran e indignan a todo el mundo, confirman que esta es una guerra del siglo XXI.
Escuelas bombardeadas, el uso de bombas de racimo contra la población civil, la detención violenta de los rusos que se oponen a la guerra y la valerosa defensa que hacen los ucranios, que llegan a todo el mundo al instante, han puesto a todos los habitantes del planeta en contra del abusivo invasor.
La cortina de hierro que levantó Stalin contaba con la ventaja de que no existía un sistema universal de comunicación, como es ahora Internet, y él podía mantener a los rusos ignorantes de lo que pasaba en el resto del mundo.
Esta vez, los invasores rusos comenzaron por cortar el servicio de Internet en Ucrania, pero felizmente el empresario Elon Musk restableció el servicio a las pocas horas usando una tecnología que quizá sea el próximo paso de esta revolución de la informática.
Lo que ni Musk puede resolver es el bloqueo mental de algunas personas, de esas que no tienen el cerebro congelado sino bloqueado por su propia voluntad, como el cocalero Morales y su canciller, Diego Pary, dejado como herencia al presidente Luis Arce.
No es una cortina de hierro, son cortinas mentales que se han instalado en algunas personas, cortinas sostenidas por la ignorancia.
En el caso boliviano se ha llegado al absurdo de que el presidente Arce ordene condenar la invasión rusa en la ONU pero el cocalero ordene a mismo personaje, Pary, hacer lo contrario en la votación.
Este embajador bipolar que comete esa aberración insulta a quienes le critican y no se refrena ni siquiera ante quienes comparan la invasión rusa con la chilena de 1879 obre el litoral boliviano. Y les llama “vendepatrias”, palabra que no debería pronunciar, si tuviera un poquito de criterio.