Recuerdos del presente
Alteños federales
Humberto Vacaflor Ganam
Ciento veinte años después de la “revolución federal” de los paceños, con la que se llevaron la sede de gobierno a sus inclinadas calles, sólo los alteños advierten ahora que alguien se llevó ese trofeo al Chapare.
Las seis federaciones del trópico anunciaron al país que el gobierno deberá rendir cuentas ante ellas cada tres meses, para saber si puede o no seguir adelante, si va a ser sustituido, o tiene que corregir algo.
Una instancia de fiscalización que no figura en la CPE y que deja sin utilidad ni funciones al parlamento, a la contraloría, a la procuraduría y a otras instituciones.
Esta instancia viene a completar el traslado al Chapare de todas las instituciones del Estado, salvo algunas oficinas relacionadas con el manejo de la economía que quedarían en La Paz.
Este traslado de la sede de gobierno ha sido indoloro. No hubo necesidad de alguna guerra que movilice ejércitos, como ocurrió con la anterior, en que los sucrenses fueron derrotados por hambrientas tropas aimaras.
Pues ahora los alteños, de la ciudad que surgió como hongo de La Paz, han advertido este fenómeno y reclaman el derecho que tienen de influir en la política nacional, como lo demostraron en el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada.
No piensan, los alteños, ceder la condición que ganaron en esa batalla y desafían a los cocaleros del Chapare a hacer una especie de concurso de méritos.
A ver. Los alteños han creado la ciudad que cobija a la feria abierta más grande de Sudamérica. Se sabe que los mineros peruanos llegan a El Alto a comprar mercurio o maquinarias que nadie ofrece en Perú.
Es la capital económica más grande del sur del lago Titicaca. Las actividades son muy variadas. Incluso las hay formales. Pero sin exagerar.
No pagan muchos impuestos que digamos. Para la población que tiene El Alto, las recaudaciones tributarias tendrían que ser cinco veces más de lo que son.
En eso se podría decir que no pueden alzar la voz ante los de Chapare, que no pagan impuestos en absoluto.
Pero sí pueden observar que El Alto no vive del narcotráfico, exceptuando algunas fábricas ubicadas cerca de Senkata, mientras que Chapare no produce sino coca, convertida de inmediato en pasta base. Nadie ha visto salir de Chapare cargas de hojas de coca.
La coca yungueña que llega a El Alto directamente de Villa Fátima se insume en los meandros de la urbe más poblada del altiplano. Se podría decir que El Alto es la capital económica de la actividad ilegal de Yungas. Pero no se puede comprobar.
Pero muy lindo espectáculo este en que se enfrentan dos regiones y compiten en cuál de ellas es capaz de doblegar más a los gobiernos nacionales.
Siglo21bolivia.com