Humberto Vacaflor Ganam
Después de haber comprobado que no pudo doblegar a Ucrania en tres días, ni en tres meses, y ya va por los 330 días sin lograrlo, Vladimir Putín decidió conceder una tregua y dejar de bombardear ciudades y matar niños ucranios.
Buena lección para los que lanzaron otros intentos de invasión en otras latitudes, como en la nuestra, donde un desquiciado que hace de presidente ordenó atacar a un departamento con todo el poder y toda la furia del “Estado plurinacional”.
Putín tiene problemas parecidos a los del desquiciado boliviano, pues sus militares están luchando de muy mala gana, o directamente están desertando y no obedecen las órdenes de sus superiores. No exigen a sus jefes órdenes firmadas, como ocurre en Bolivia, pero quisieran entender para qué están luchando.
Esa es la pregunta clave. ¿Cuál es el propósito de estas invasiones? ¿Para qué fueron hechas?
De veras, ¿para qué es la invasión lanzada por Putín, que tiene un país con 17 millones de kilómetros cuadrados de territorio, el más grande del mundo, del que él mismo no conoce ni una décima parte, quiere más territorio?
Ya tiene control de Crimea y no le hacía falta ocupar Ucrania para acceder del mar Negro. Tampoco tendría que ser problema de territorio en el caso boliviano, porque su partido tiene ya un ejército de avasalladores que avanzan sobre el territorio cruceño para convertirlo en cocales.
Salvo que la idea haya sido provocar este conflicto para luego, como lo acaban de anunciar, revertir las tierras privadas de los cruceños para ponerlas en manos de los cocaleros o de empresas estatales que ya estarán creando.
En el caso del invasor boliviano, la pregunta es mucho más difícil de responder. ¿Para qué lanzó el ataque a Santa Cruz, el departamento que produce 70% de los alimentos del país, cuando se ufana en autoalabarse por la baja inflación?
Ambos personajes tienen problemas de liderazgo que resolver. Putín querría ser la cabeza del “eje del mal”, desplazando al chino Xi Jimping. Y El boliviano querría quedar como el único líder de su partido, para lo que necesita jubilar a su “jefazo”.
Putín decidido a ensangrentar el mundo por su propósito de convertirse en el jefe del eje del mal y el desquiciado boliviano decidido a encabezar el proyecto de destrucción de Bolivia.
Invasores que no midieron a sus rivales. Putín no sabía que Ucrania no se rinde y el desquiciado boliviano no sospechaba que Santa Cruz es Bolivia, que no se cansa ni se rinde, como lo mostró en 2019.
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