Recuerdos del presente
Catos rojos de Chapare
Humberto Vacaflor Ganam
Poco a poco, con timidez, el ministro de gobierno va revelando algunos detalles de la realidad que se vive en Chapare, la región que tiene un sistema político y legal diferente al resto de Bolivia.
Ha pedido al “comandante” o “monarca” de esa región productora de coca que permita a la policía del Estado boliviano ingresar a algunas zonas que él ha definido como inexpugnables.
Cuando la FELCN llega a esos lugares, una milicia bien armada enfrenta a los policías y les comunica que no pueden pasar, porque las instituciones del Estado boliviano no tienen esa facultad allí.
En vista de ello, el ministro ha optado por hacer una especie de guerra de guerrillas de la policía contra el poder de los cocaleros y narcos que dominan en la zona.
A mediados de este mes, esa guerrilla del Estado boliviano destruyó 36 fábricas de cocaína en Chapare, con lo que superó el promedio de 25 fábricas semanales que se daba desde principios de año.
Haría falta que el ministro entregue informes semestrales sobre la cantidad total de fábricas destruidas por estas acciones de la policía.
Por los informes que da el ministro se puede decir en este momento que desde mediados del año pasado hasta ahora fueron destruidas unas 250 o 300 fábricas.
Lo que lleva a preguntarse cuántas fábricas operan en Chapare, y por qué el gobierno no destruye todas ellas en lugar de dosificar estas operaciones según la tensión que se viva en la guerra interna del MAS.
Ahora que esa guerra enfrenta los congresos de los dos caudillos, la cantidad de fábricas que destruye esta “guerrilla” de la policía, sube de 23 a 35.
Si la policía no destruye, en un solo operativo, todas las fábricas, es porque algunas de ellas están protegidas por el sistema de milicias creadas por el cocalero mayor.
Y es cuando el ministro de gobierno pide que se autorice el ingreso de la policía boliviana a esos lugares prohibidos, que tienen un estatus diferente, como no se da en ningún otro lugar del país.
Y hay más todavía. El ministro dice que en Chapare, el cocalero da a algunos “catos” la calidad de protegidos por la milicia, que son los “rojos”. Los catos “blancos”, en cambio, no son protegidos por la milicia.
Esa diferencia permite premiar a los cocaleros que obedecen a los mandatos del “comandante”, a los que pagan sus aportes al “instrumento político” y entregan parte de su producción a la cúpula de las seis federaciones.
Chapare es un territorio ajeno a Bolivia y quizá sea bueno que el Estado, ya sea plurinacional o no, siente soberanía en la zona.
Siglo21bolivia.com