Recuerdos del presente
La Bolivia del éxodo
Humberto Vacaflor Ganam
Los aspirantes a echarle tierrita al MAS en agosto prometen el cierre o la privatización de las empresas estatales, pero el último de los mohicanos masistas anuncia la creación de 170 empresas nuevas.
En este choque de actitudes respecto de la realidad, ante el desastre de la economía nacional, hay alguien que no entiende nada, o que padece de una aguda indigencia mental.
El cocalero Morales dice que Luis Arce es muy mal economista, lo que explica que lo haya tenido como ministro durante catorce años, y dice que ni siquiera a su peor enemigo le aconsejaría tenerlo a su lado.
El que la URSS haya probado durante setenta años aplicar el comunismo, para culminar en 1991 con el desplome de la superpotencia y su quiebra, no ha sido asimilado por Arce.
Lenin, Trotsky, Stalin y todos los que prometieron en Moscú, en 1917, crear el “oasis extradinerario” comenzaron matando a 30 millones de rusos, muchos de ellos de hambre, con cadáveres que eran devorados por los sobrvivientes en las calles.
Pero el mohicano egresado a duras penas de la UMSA quiere anular la propiedad privada de los bienes de producción y crear empresas estatales, como las 71 existentes y que están en quiebra.
Hay una empresa que se dedica solamente a importar gasolina y diésel, pero tiene 800 empleados, aunque con dos secretarias sería suficiente.
Lo que se podría calificar como un éxito del masismo es algo que acaba de detectar una encuesta: 60% de los bolivianos quisiera abandonar el país, cuando a principios de siglo sólo querían irse 7%.
Aquí se observa un patrón en el comportamiento de estas dictaduras: todas ellas aspiran a que la gente se vaya, facilitando convertir a cada país en el feudo de los jerarcas del partido dominante.
De Venezuela se han ido 8 millones, lo que deja a la narcodictadura chavista en muy cómoda situación, que le permtiría esperar que pronto se evite las molestias de hacer fraude electoral.
De Cuba, pues casi todos. Está probado que Miguel Díaz Canel, el encargado por la dinastía castrista, tiene un peso corporar igual al de tres cubanos indigentes.
Del éxodo boliviano no se habla mucho, pero se lo siente. El censo detectó que faltaba un millón y medio de personas y ahora ya son dos millones.
Jaime Dunn calcula que, cada día, 23 empresas bolivianas se van al exterior en busca de seguridades jurídicas y libertades.
Esa es la idea, que todos nos vayamos y que los narco-masistas se queden como señores feudales.
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