Humberto Vacaflor Ganam
Solitario, he estado escribiendo sobre la transnacional del crimen organizado durante años, pero ahora estoy asombrado por el poder de esa organización, que acaba de movilizar a funcionarios de la embajada de España en La Paz para proteger a unos masistas refugiados en la embajada mexicana.
Que la transnacional tenga poderes en Perú, Colombia, Venezuela, Cuba y México era algo obvio, pero que llegue a movilizar a funcionarios de la embajada de España no se puede entender, salvo que la acción no hubiera sido de conocimiento del gobierno de la Madre Patria.
Pedro Sánchez, el actual presidente de gobierno de España, ha visitado al cocalero Evo Morales en su gira por la región en 2018, quizá sin saber que en Bolivia se estaba viviendo un proceso electoral, y que su visita ayudaba al cocalero.
Ahora ocurre que funcionarios de la embajada española decidieron participar, a bordo de vehículos con la identificación diplomática española, de una operación comando para rescatar a los nueve masistas refugiados en la embajada mexicana.
No se sabe por qué la embajada de España se vio involucrada en semejante escándalo. Ni se sabe por qué un país latinoamericano decide convertirse en el juez que decide si Bolivia tiene o no tiene derecho a destronar a un dictador.
Para tratar de entender este entramado habrá que comenzar por conocer que el gobierno de México ha capitulado ante los cárteles de la droga, como quedó demostrado hace tres meses cuando el presidente de ese país ordenó, en persona, que la policía mexicana ponga en libertad al hijo del narcotraficante Chapo Guzmán en Sinaloa.
El gobierno mexicano lleva adelante una política de rendición ante los cárteles, lo que ha provocado que la tasa de crímenes del narcotráfico se haya disparado en los doce meses del gobierno de López.
Pero sigue sin encajar en este análisis la participación de España. Algo está fuera de lugar de los esquemas de análisis. Algo que no se sabe sobre el poder verdadero de la transnacional del crimen organizado. Que sus alcances lleguen hasta Europa era algo que se sospechaba, pero jamás que hubiera llegado a penetrar en el gobierno de España de semejante manera como se puede observar hoy.
Admitamos que la “revolución de las pititas” no ha podido prever la magnitud de la batalla contra el frente externo. Había derrotado a un dictador de segundo orden, un dictadorzuelo, un analfabeto cualquiera, un amoral. pero no se enteró del poder que tenía detrás el mequetrefe: toda una transnacional que maneja desde instituciones y medios de comunicación hasta gobiernos extranjeros.
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