Humberto Vacaflor Ganam
Nicolás Maduro está analizando la posibilidad de entregar a empresas petroleras extranjeras toda esa industria venezolana que quedó destrozada por la desastrosa política del chavismo.
Es decir que PDVSA será privatizada, puesta en la manos de los yanquis, de los pitiyanquis, como decía Hugo Chávez. Sus proyecciones de producción de petróleo decían que este año PDVSA estaría produciendo 8 millones de barriles por día. Se equivocó el finado: produce apenas 600.000 barriles y está en quiebra.
Y el mexicano Manuel López está decidido a pasar algunas actividades de Pémex al sector privado, porque así recomienda su íntimo amigo y asesor, Alfonso Romo, un multimillonario que detesta el socialismo. Es decir que Pemex será entregada a la voracidad del capitalismo, que suele hacer funcionar empresas.
Jair Bolsonaro ha decidido cortar a Petrobrás por lo sano, comenzando por entregar la explotación de los yacimientos pre-sal a empresas extranjeras y retirándose de países que no tienen futuro petrolero, como Bolivia.
Los rusos hicieron la privatización de entrada, cuando se derrumbó la URSS. En realidad, los jerarcas soviéticos socavaron los cimientos de la superpotencia para quedarse con las empresas estatales. Cumplieron la palabra de Lenin cuando dijo “el Estado es la propiedad privada del partido”. A eso se redujo toda la prédica comunista: una apropiación, una privatización íntima.
Con este panorama, el análisis del futuro de YPFB tiene que ser preocupante. Su presidente, Herland Soliz, ha dicho que el poliducto que servía para exportar petróleo a Argentina, y que ahora está en desuso, podría ser revertido para traer gasolina y diesel a Bolivia. Los argentinos estarán agradecidos porque de esa manera, además de vender gasolina y diesel a Bolivia, se evitarán que entren en su territorio los camiones cisterna bolivianos que durante el gobierno del MAS habían inaugurado el negocio de vender GLP “casado” con droga. El empresario masista que tuvo esa idea fue requerido por la justicia argentina pero recibió la protección del gobierno del cocalero. Un gesto de solidaridad con alguien de su propio sector económico. Si no, ¿para qué están los amigos? Y más todavía si son socios.
De los 2.000 millones de dólares que dio la exportación de gas el año pasado, 1.000 millones se gastaron en la importación de gasolina y diesel, dijo López. También dijo que YPFB se había convertido en la caja de campaña del MAS y en la agencia de empleo. Sólo el año pasado, la planilla de YPFB pasó de 2.556 personas a 2.845. No es la primera vez que un proceso electoral provoca decisiones empresariales en el sector petrolero. La española Repsol se especializó en hacer anuncios de descubrimientos en Bolivia solamente durante las campaña electorales, anuncios que luego olvidaba. Quizá hubo un nexo entre Repsol y Podemos, el partido del mechudo que recibió dinero de chavistas y masistas a manos llenas para llevar el socialismo a la Madre Patria y, de paso, alentar el separatismo. Los “socialistas” de ahora no tienen patria, tienen intereses. They mean business.
Un amigo dice que YPFB se ha convertido, hablando a calzón quitado, en una empresa importadora. Y que con dos secretarias sería más que suficiente. Es un exagerado. Quizá con una baste.
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