Humberto Vacaflor Ganam
Ahora ocurre que más de seis millones de bolivianos tendremos que ir a votar en plena pandemia porque así lo ha decidido la señorita Eva Copa, que obedece instrucciones de su jefe Evo, enviadas desde Buenos Aires.
El TSE dice que las elecciones se harán cuando la señorita Copa ordene, con todas las seguridades y garantías para la salud de los votantes. El TSE es la única institución del mundo que se atreve a garantizar que el virus no se aprovechará de las multitudes. Tendría que patentar su método.
Esto se da justamente cuando la publicación “New Economic Thinking” dice que el 27 de abril los electores de Wisconsin (EEUU) tuvieron que ir a votar de todos modos, contra la opinión de que era peligro, pero el ritmo del contagio se disparó y ahora es un crimen. Eran elecciones primarias y podían haberse hecho por la red, pero el partido dominante exigió que sea una elección normal. Y así les fue.
Es decir que aquí o en Wisconsin el partido que quiere ganar de todos modos solo necesita los votos, provenientes de ciudadanos sanos o enfermos, no importa. Siempre se pueden mandar flores a los que murieron, pero lo importante es que el partido haya ganado. Aquí se da el caso de que el voto no es un derecho humano, es un derecho de vida o muerte. Lo que es derecho humano es ganar.
Pues ahora, en Bolivia, hay una fuerte corriente de partidos que quieren que las elecciones se hagan de inmediato. El argumento que se usa es que un gobierno legítimo podrá enfrentar al virus con mayor vigor que uno no legítimo. Sospechan que los virus tienen capacidad para discriminar entre gobiernos legítimos y gobiernos no legítimos. En este caso es un virus inteligente, según ese criterio.
¿En qué momento la triunfante revolución de las pititas se convirtió en una derrota? ¿Toda la protesta de octubre-noviembre fue hecha para convertir a Eva Copa en la dueña del país?
El hecho se produjo cuando alguien creyó que era necesario “hacer concesiones” a los masistas derrotados. “Para evitar una guerra civil”, decían, sin haberse enterado de que esa guerra había concluido cuando el cocalero jefe se dio a la fuga.
Al final, semejante epopeya popular, que no tuvo comandantes ni refuerzos, y que podía haber tenido un valor constituyente, terminó solamente cambiando a Evo por Eva, masistas los dos.
Ahora ocurre que los bolivianos tendremos que asistir a unas elecciones que se realizarán según la voluntad de la señorita Copa, no importa si el virus está a paso de carrera o al galope.
Y ni siquiera importa que la gente vaya a votar. Al fin y al cabo, el fraude está ya hecho. Para ganar en estas elecciones ni siquiera se necesitan electores. Son cosas de la modernidad.
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