Humberto Vacaflor Ganam
Donald Trump tiene muchos defectos y, como dice Silvio Berlusconi, lo único agradable de él es su mujer, pero de ahí a que se le niegue el derecho a la libertad de expresión hay demasiado espacio.
Hace cuatro años, una periodista me preguntó por la diferencia entre la censura de prensa que aplicaban los militares durante la guerrilla del Che, en 1967, y la censura del gobierno MAS.
Difícil pregunta pero más difícil la respuesta. Yo había comentado que hace 53 años había un militar en Camiri que debía autorizar los textos que habrían de ser transmitido por el telégrafo, con el sistema Morse. El militar usaba un lápiz rojo con el que anulaba las partes que consideraba inconvenientes para quienes estaban a cargo de luchar contra esos invasores extranjeros.
Todos los textos debían pasar por el telégrafo, lo que hacía fácil el trabajo de censura. Ni siquiera habían palomas mensajeras que llevaran los mensajes, como alternativa. El telegrafista tenía, por supuesto, acalambrada la mano y el brazo de tanto trabajar con el sistema que había comenzado a usarse en 1844 en Estados Unidos.
La dificultad de la pregunta de la periodista consistía en la diferencia de épocas y de medios. ¿Cómo funciona el sistema de censura cuando hay tanta variedad de medios de transmisión como la que existe ahora?
El gobierno masista se las apañó. No censuró la transmisión de los mensajes, porque era imposible, sino los medios de comunicación, que los compró, los alquiló, los tomó en anticrético, o los sometió a sistemas de presión tributaria muy eficientes: de esa manera logró el objetivo de controlar todos los medios de comunicación, como ahora está volviendo a ocurrir.
Le conté a la periodista que en la época de las dictaduras militares, en la Asociación de Periodistas de La Paz llegamos a organizar conferencias de prensa casi clandestinas para dar oportunidad a los políticos que estaban proscritos. Hubo un momento en que tuvimos que corregir los textos de algunos líderes, como aporte a la democracia.
Y muchos periodistas fuimos detenidos o debimos salir al exilio en defensa de la libertad de expresión y de la democracia, como todavía algunos colegas recuerdan ahora.
Por lo tanto, resulta difícil para quienes han vivido esas épocas aprobar que los grandes poderes de la nueva tecnología decidan castigar a un político con la censura total, con la muerte civil.
El nuevo poder económico y político del mundo se toma la libertad de pasarse por encima de las leyes, de los derechos humanos, de la libertad de expresión.
Atribuyen a Volaire la frase que resume todo este tema: “No estoy de acuerdo con lo que dices pero daría la vida por defender tu derecho a decirlo”. O mi prestigio.
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