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Columnista invitado
Defensa de la inteligencia artificial
Clarín
Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo (si no el que más) firmó semanas atrás, junto con unas 1.000 personalidades, una “carta abierta” para demandar que se ponga freno al desarrollo de la inteligencia artificial (IA). El documento dice que hay una “carrera fuera de control” para crear “mentes digitales”, lo cual acarrea “profundos riesgos para la humanidad”.
Es curioso que Musk haya llegado a esa conclusión después de haber hecho su fortuna (196.500 millones de dólares) sobre la base de la inteligencia artificial. Sin ella habría sido imposible alcanzar estos logros;
SPACE X tiene 3.271 satélites en órbita, ni habría llevado astronautas a la Estación Espacial Internacional.
TESLA, líder absoluto en la fabricación de autos eléctricos, necesita la IA para su proyecto de fabricar un robot-chofer.
NEURALINK trabaja en una interfaz que conecte al cerebro humano con una computadora, experimento ya probado con éxito en un cerdo.
HYPERLOO está dedicada a crear un “tren” que alcanzará una velocidad de 1.200 kilómetros por hora.
OpenAI (de la cual Musk se desvinculó en 2018) ha creado el ya famoso ChatGPT, un “chatbot”, que mantiene conversaciones con humanos. Según la revista Time, es “el más poderoso sistema de inteligencia artificial jamás creado”. Es esta creación de OpenAI la que ha provocado los reacción de Musk y los 1.000 firmantes de la “carta abierta” X.AL es la empresa que ha fundado el propio Musk para competir con OpenAI. Se apresta a lanzar su propio “chatbot”, que se denominará TruthGPT.
Todo invento puede servir al bien o al mal.
Los aviones, que transportan diariamente seis millones de personas en el mundo, son usados (en Ucrania como en todas las guerras contemporáneas) para destruir ciudades y sembrar muertes.
La fisión del átomo le proporcionó a la medicina instrumentos, impensables como las gammagrafías y el PET, para obtener diagnósticos harto precisos; o la radioterapia y los radiofármacos, para curar enfermedades antes incurables.
Pero también sirvió para que la inteligencia (o la perversidad) humana matase 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki.
Es cierto que la IA podría igualar y aun superar esa capacidad de destruir ciudades y extinguir vidas. Pero para analizar las capacidades y los límites de la IA es necesario tener en cuenta lo siguiente.
1. No hay modo de detener el desarrollo tecnológico. Las regulaciones legales tendrán efectos mínimos y serán, en definitiva. inoperantes.
2. Las consecuencias nocivas de la IA sólo podrán neutralizarse con más IA. La inteligencia humana se valdrá de la propia IA para crear sistemas capaces de detectar, modificar o suprimir esos efectos.
3. La inteligencia artificial fue creada por la inteligencia humana. Es ilógico pensar que, a partir de ahora, la artificial seguirá creciendo y la humana permanecerá estancada.
4. El temor a la IA es similar al que diversos avances tecnológicos —que finalmente mejoraron la vida— provocaron inicialmente en el pasado.
5. Durante la Revolución Industrial se usaron hachas, mazas y martillos para destruir máquinas a vapor y telares. Se temía que que la mecánica condujera a la sustitución del hombre por la máquina.
6. En el siglo 20 se multiplicaron los temores: la robótica, la automatización, las calculadoras, el cine, la radio, la televisión, la biotecnología, Internet … se consideraron (y hay aún quienes consideran) elementos que, por ir sustituyendo funciones humanas, terminará sometiendo la humanidad al monstruo que creó ella misma.
Todos esos temidos avances se convirtieron en asistentes, no en sustitutos, de los humanos. Hoy el mundo se sirve sin cesar de aplicaciones que dependen de la IA. Sin IA no habría smartphones, ni Google, ni Word, ni e-mails, ni WhatsApp, ni YouTube, ni Facebook, ni Instagram, ni Tik Tok, ni Amazon, ni GPS, ni traductores simultáneos, ni Siri, ni Alexa… Nadie siente que esas aplicaciones sean etapas de una destrucción progresiva de la inteligencia humana.
Bill Gates, que algo sabe de cibernética (fue él quien, a través de Microsoft, permitió el acceso masivo a Internet) y es respetado por su capacidad de prospectiva (predijo la pandemia del coronavirus cinco años antes) sabe que los humanos no seremos impotentes ante IA. Conviene repasar sus convicciones.
Sobre la calidad de vida: “Esta nueva tecnología puede ayudar a las personas a mejorar sus condiciones de vida, cualquiera sea el lugar del mundo donde vivan o cuánto dinero tengan”.
Sobre lo que otros temen: “La IA permitirá crear máquinas capaces de razonar, aprender y resolver problemas. Esto acelerará iniciativas, proyectos y políticas. Las máquinas harán todo lo que podríamos hacer los humanos, pero sin límites de memoria o de velocidad.
Sobre la inequidad y el rol del Estado: “Las fuerzas del mercado no producirán bienes y servicios de IA que ayuden a los más pobres. Con financiamiento confiable y las políticas correctas, los gobiernos y la filantropía pueden garantizar que las IA se utilicen para reducir la inequidad”.
Sobre la función social de la IA : “La IA puede reducir algunas de las peores desigualdades del mundo. A nivel mundial, la peor inequidad está en la salud. Un ejemplo son los 5 millones de niños menores de 5 años que mueren cada año. Casi todos estos niños nacieron en países pobres y mueren por causas prevenibles como diarrea o malaria.
Sobre la tecnología por venir: “Solo estamos al comienzo de lo que la IA puede lograr. Cualesquiera que sean las limitaciones que la IA tenga hoy, desaparecerán antes de que nos demos cuenta”.
Despotricar contra la IA, sin prepararse para neutralizar sus peligros, podría ser una profecía autocumplida. El temor vuelve pasivo al que teme. Lo paraliza.
Rodolfo Terragno es político, diplomático y periodista.