Humberto Vacaflor Ganam
La gobernación de Santa Cruz ha dispuesto una pausa en el manejo de la tierra como primera medida ante la crisis provocada por los incendios forestales y las leyes y decretos aprobados por el gobierno que hicieron de gasolina en este desastre.
La tensión ha subido debido a que los beneficiarios de la tierra que ha sido loteada están marchando hacia Santa Cruz para exigir que la mencionada pausa sea anulada y que siga el proceso dispuesto por el gobierno nacional.
Lejos han quedado los tiempos, previos a la llegada de este gobierno, en que Bolivia tenía la mejor calificación en el manejo de bosques por parte de las Naciones Unidas. Es que una de las primeras medidas que tomó la actual administración fue poner fin a las concesiones madereras, que habían sido el instrumento para que se aplicara la política de preservación de bosques. Como la marabunta, los ladrones de madera invadieron las concesiones, incluso antes de que fuera anuladas por el gobierno, y procedieron a exterminar los árboles que encontraban.
Luego vino la ley 741 por la cual se autorizaba a los “asentamientos” a quemar la tierra mediante auto-autorizaciones, sin necesidad de dar cuenta a nadie, y menos a la Pachamama.
Pues esto ha creado el actual infierno. Los asentamientos, como se sabe, y lo denunció en palabras exactas el periodista brasileño Leonardo Coutinho, estaban dirigidos a cambiar el equilibrio étnico-político del país.
Llegó el momento de la paeticipación del ministro Juan Ramon Quintana, quien mostraba como un gran éxito el trabajo que había hecho en Pando, adonde llevó a miles de “colonos” para lograr lo que ahora se da: el MAS tiene mayoría en las intenciones de voto en ese departamento.
Una operación Porvenir multiplicada por cien estaba en marcha en el departamento más grande del país. Y de paso estaba la intención de crear otros Chapares, invadiendo los parques nacionales, incluyendo el valle de Tucabaca, junto a la frontera con Brasil, con la presunta intención de poner muy cerca de los consumidores de cocaína brasileños, que la usan más que los norteamericanos.
Los bosques que cubren tierras no aptas para la agricultura fueron también incluidos en este plan, con “colonos” que no estaban advertidos de que las “quemas controladas” debían ser realmente controladas.
Ahora, el gobierno está cosechando el producto de ese infierno. Ha creado una guerra entre los beneficiarios de las tierras arrasadas y los pueblos originarios que la defienden.
La guerra ha comenzado.
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