Humberto Vacaflor Ganam
La semana pasada, el barrio cruceño del Urubó fue escenario de muchos ruidos que vinieron a romper el apacible ambiente que allí existe, del otro lado del Piraí.
Una casa de la zona fue centro de mucha actividad, comenzando por la llegada de agentes de seguridad, vehículos de lujo y, finalmente, un helicóptero que se posó en sus espaciosos jardines.
Todo era misterio hasta que, dos o tres horas después de aterrizar, el helicóptero levantó vuelo, además de mucha tierra, y se fue, mientras los vehículos de lujo partían en diferentes direcciones.
También habían llegado camarógrafos y fotógrafos que habían sido bien recibidos, seguramente para registrar detalles de la reunión.
Cuando los invitados se iban, unas señoras muy perspicaces los estaban esperando en la acera de enfrente y les gritaban “vendidos”, “corruptos”, “Bolivia dijo NO”.
Lo que llevó a sospechar que quien había llegado en el helicóptero era el presidente Evo Morales y los invitados, los dirigentes de sectores empresariales cruceños.
El propietario de la vivienda ha dicho que él no tiene por qué hablar de una reunión que hubo en su casa, ya que no quiere violar la intimidad de su hogar, lo que es un derecho de cualquier ciudadano.
El insulto de “vendidos”, se dedujo después, tenía relación con el hecho de que la ciudadanía cruceña estaba en esos días tan molesta con el gobierno central por aquello de los incendios, que los organizadores de la Expocruz no invitaron ni al presidente ni al vicepresidente, como expresión de reproche.
Es que por esos días el gobierno se negaba a tomar decisiones claras sobre los incendios que estaban acabando no solamente con la Chiquitanía sino también con el Valle de Tucavaba, un parque nacional. Las denuncias de los bomberos voluntarios decían que gente del gobierno seguía provocando nuevos incendios incluso en zonas donde los anteriores habían sido apagados.
Y se consolidaba la sospecha de que todo este infierno fue organizado para beneficiar a cocaleros que se proponen llevar los cultivos hasta la propia frontera con Brasil, país donde está concentrado el mayor consumo de cocaína de las Américas.
Luego quedó la duda de si el presidente tenía derecho a usar el helicóptero para asistir a una reunión de su campaña política. Pero es un tema al que nadie presta atención.